A mis amigos que viven cerca del mar y lo admiran todos los días
Viaje sin flechitas amarillas
Día sin señales. Me pongo en
camino inquieto porque este camino ya no tiene apellidos: ni de Santiago, ni de
Santa Teresa, ni de nada ni de nadie. Quiere decir que aquí ya no puedes
esperar señales. Uso el navegador del teléfono móvil a modo de mapa cuando lo
necesito, aunque sigo preguntando y dejándome aconsejar y eso unas veces es
bueno y otras veces es malo.
Recuerdos del mar

Llego a Rodilana, en el momento
en el que un jinete acomete un molino de viento, y lo paso de refilón por el
campo de fútbol, cuyas porterías enmarcan la torre de la iglesia. Recojo del
suelo siete piedras de pedernal para guardarlas de recuerdo. Y desde allí subo
a Pozaldez y empiezan los paisajes que inevitablemente me evocan el mar y la
navegación. Las torres como faros y las casas como naves. Y entonces recuerdo
los días en los que veía el mar todos los días y que ahora revivo cuando desde
el Puerto de Sagunto o desde Denia mis amigos me envían fotos de los amaneceres
o los atardeceres. Pura vida.

Pozaldez me recibe con un
homenaje a la Vespa y una iglesia que se esfuerza por no parecer una mezquita.
Allí me indican bien por donde ir a Valdestillas, pero mal, porque interviene
un tercero que celoso de que no me equivoque me equivoca. En cualquier caso voy
por un camino precioso, un altiplano de cereales flanqueado por las torres de
iglesiotas mudéjares. Paso tres o cuatro horas de disfrute pletórico. Hasta que
me doy cuenta de que me he desviado del camino.
Por todos los caminos se llega a Valdestillas

Estoy en algún punto
indeterminado entre Pozaldez, Ventosa de la Cuesta y Matapozuelos. A lo lejos
La Seca. Un pastor me aclara que para llegar a Valdestillas cualquier camino es
bueno y que si voy por allá bien y si voy por otro lado también. Opto por pasar
por Ventosa de la Cuesta y acabo en el polideportivo de la zona en la que un
profesor de educación física da una clase de psicomotricidad o Pilates o todo
junto (que es una buena idea) a varias mujeres de la zona y un hombre. Allí me
indican, bien o regular, como hay que llegar a Valdestillas. Pero ya he hecho
más quilómetros de los que debía y voy cansado. Las cinco horas previstas
fueron siete y al final con mucho calor.
He aprendido que usar el
navegador del teléfono es bueno pero que hay que saberlo usar y hoy no lo he
hecho bien: si el circulito, azul que eres tú, no está encima del camino, no
estás bien. No vale estar cerca: encima. Mañana lo haré bien.
A la entrada de Valdestillas,
creo que debo llevar cara de cansado, un rumano y dos mujeres que vienen de
trabajar, me regalan agua, me ofrecen que coma con ellos y me desean:”Dios que
te bendiga”. Yo les agradezco su bondad.
El mesón Taquita recoge una ruta
que viene de Madrid frecuentada por ciclistas y el camino les da la vida. La
proximidad del tren y el cansancio me hace pensar que tal vez mañana sería
bueno ir en tren.
10ª jornada. 13 de
junio de 2019, Jueves. 28 kilómetros aproximadamente.
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