jueves, 1 de agosto de 2019

10. De Medina del Campo a Valdestillas


 A mis amigos que viven cerca del mar y lo admiran todos los días






Viaje sin flechitas amarillas


Día sin señales. Me pongo en camino inquieto porque este camino ya no tiene apellidos: ni de Santiago, ni de Santa Teresa, ni de nada ni de nadie. Quiere decir que aquí ya no puedes esperar señales. Uso el navegador del teléfono móvil a modo de mapa cuando lo necesito, aunque sigo preguntando y dejándome aconsejar y eso unas veces es bueno y otras veces es malo.



Recuerdos del mar
Llego a Rodilana, en el momento en el que un jinete acomete un molino de viento, y lo paso de refilón por el campo de fútbol, cuyas porterías enmarcan la torre de la iglesia. Recojo del suelo siete piedras de pedernal para guardarlas de recuerdo. Y desde allí subo a Pozaldez y empiezan los paisajes que inevitablemente me evocan el mar y la navegación. Las torres como faros y las casas como naves. Y entonces recuerdo los días en los que veía el mar todos los días y que ahora revivo cuando desde el Puerto de Sagunto o desde Denia mis amigos me envían fotos de los amaneceres o los atardeceres. Pura vida.

Pozaldez me recibe con un homenaje a la Vespa y una iglesia que se esfuerza por no parecer una mezquita. Allí me indican bien por donde ir a Valdestillas, pero mal, porque interviene un tercero que celoso de que no me equivoque me equivoca. En cualquier caso voy por un camino precioso, un altiplano de cereales flanqueado por las torres de iglesiotas mudéjares. Paso tres o cuatro horas de disfrute pletórico. Hasta que me doy cuenta de que me he desviado del camino.

Por todos los caminos se llega a Valdestillas


Estoy en algún punto indeterminado entre Pozaldez, Ventosa de la Cuesta y Matapozuelos. A lo lejos La Seca. Un pastor me aclara que para llegar a Valdestillas cualquier camino es bueno y que si voy por allá bien y si voy por otro lado también. Opto por pasar por Ventosa de la Cuesta y acabo en el polideportivo de la zona en la que un profesor de educación física da una clase de psicomotricidad o Pilates o todo junto (que es una buena idea) a varias mujeres de la zona y un hombre. Allí me indican, bien o regular, como hay que llegar a Valdestillas. Pero ya he hecho más quilómetros de los que debía y voy cansado. Las cinco horas previstas fueron siete y al final con mucho calor.
He aprendido que usar el navegador del teléfono es bueno pero que hay que saberlo usar y hoy no lo he hecho bien: si el circulito, azul que eres tú, no está encima del camino, no estás bien. No vale estar cerca: encima. Mañana lo haré bien.

A la entrada de Valdestillas, creo que debo llevar cara de cansado, un rumano y dos mujeres que vienen de trabajar, me regalan agua, me ofrecen que coma con ellos y me desean:”Dios que te bendiga”. Yo les agradezco su bondad.
El mesón Taquita recoge una ruta que viene de Madrid frecuentada por ciclistas y el camino les da la vida. La proximidad del tren y el cansancio me hace pensar que tal vez mañana sería bueno ir en tren.

10ª jornada. 13 de junio de 2019, Jueves. 28 kilómetros aproximadamente.

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