jueves, 1 de agosto de 2019

7. De Ávila a Gotarrendura.

A todos los que ven belleza en cualquier detalle cotidiano, en los paisajes que frecuentan y en los caminos que hacen.


Ruta Teresiana y cambio de paisaje

Hace mucho frío a la salida de Ávila. Me paro en las Cuatro Columnas para ver el amanecer de la ciudad, aunque hoy está nublado y no podré ver el sol iluminando las murallas. En el camino a Narrillos de San Leonardo, con Javier pisándome los talones, empiezo a ver unas señales blancas de las Rutas Teresianas: ¡qué inventos! Nadie hará ese camino —pienso—. Me alcanza Javier y caminamos juntos un rato. Él está haciendo la Ruta Teresiana hasta Alba de Tormes. Como es joven y zanquilargo, después de hablar un ratito, le dejo que siga.

Entre Narrillos y Cardeñosa hay un camino gustoso, sombreado, limitado por vallas de piedras y carrasca. Pasamos por un trozo de calzada, no sé si romana, medieval o rastros del camino real. Es emocionante ese trozo de camino en el que se esconden los vestigios de un pueblo, Cenalmor, que esconde misterios sobre su nombre hebreo y su desaparición.

A Cardeñosa llego con Javier, a quien he alcanzado al tomar un atajo, y en un bar nos comemos un bocadillo estupendo y baratísimo. Se lo decimos al dueño y nos dice que eso es lo que vale y que no es legal cobrar más. Salimos de Cardeñosa por un camino que lleva al cauce de un río y está lleno de vegetación entre lajas de piedra, y de golpe se acaba toda vegetación silvestre y aparece la más tópica tierra de Castilla, plantada de cereales. La comarca es la Moraña, estamos muy altos y las dimensiones son infinitas.








No hay nada vertical en el paisaje, ni árboles, ni montañas. La única referencia vertical son unos cipreses a lo lejos y las cruces esbeltas que hay de tanto en tanto. En el camino hay un castro cercano de un pueblo de vetones de la edad del hierro, las Cogotas, Aquí aumenta mi sensación de falta de tiempo: debía visitar este castro.








Entre unas cosas y otras, esta jornada parece que tiene muchas cosas que ver. Otra vez será. Al pasar por Peñalba de Ávila hay en la calle un potro de herrar, de piedra, hierro y madera. Como ya no se usa para los caballos está de adorno.







Una reunión multitudinaria y un poema improvisado

En Gotarrendura nos reunimos en la misma habitación, en dos literas bastante juntas, Javier, Phillippe (que es el verdadero nombre de Michel) y yo. Vienen dos más que se alojan al lado: un matrimonio que sigue también la Ruta Teresiana. El pueblo se moviliza para atendernos. El bar está cerrado y se abre para nosotros. A las cinco nos darán de comer. Mientras esperamos en la plaza se nos vienen encima todos los pacientes de una residencia de discapacitados mentales que nos asedian con preguntas nada simples. Están algo alterado, sorprendidos porque les hemos ocupado su banco a la sombra de todos los días. No hay que dejarse engañar por su gesto descompuesto, la plaza ha tomado una vida insospechada y alegre en este pequeño pueblo.


Yo tomo notas para empezar a hacer haikus a los árboles. Encinas: alimenticias, femeninas (entre el roble, la carrasca, el algarrobo, el olivo…), nutricias, equilibradas, sombra y buena madera. Uno me pregunta que qué escribo y le digo que una poesía a los árboles y se me amontonan alrededor queriendo escuchar mis versos. Se dan por satisfechos cuando improviso rimas al estilo de Gloria Fuertes: Las encinas asombran porque dan sombra, dan madera buena para calentar la cena y bellotas… ¡Pa los guarros! Dice uno y ríen todos.

Gotarrendura es la tierra natal de Teresa de Jesús. Al menos de sus padres y hermanos. Para Javier un hito en su ruta. Intenta ver la casa familiar y el palomar que fue metáfora de los conventos que la monja renacentista iba fundando: “…comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen Nuestra Señora”.

Por fin comemos: dos navarros, un francés, un madrileño y yo; alegres y agradecidos a pesar de la hora. La cocinera y alma del bar, es una rumana, sin ningún acento, que habla varios idiomas y se entiende bien con Phillippe. Apenas hemos comido y hemos concertado la cena a las ocho y media. El desayuno a las siete y media de mañana. Antes de dormir consigo hilar unas ideas sobre las encinas en un haiku.

Encina
Tu fruto sacia
eres madre feraz
tu abrazo calma.
Dehesa
Lugar vallado
soñado y distante
placer iluso.

7ª jornada. 10 de junio de 2019, lunes. 22,4 quilómetros.





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