jueves, 1 de agosto de 2019

3. De Escalona a San Martín de Valdeiglesias



A todos los que tienen pinos y pinares entre sus recuerdos

Despistado…

Qué mala jugada ha sido perder los mapas de estas jornadas. Pifio la salida de Escalona y me veo caminando por N-403 siete quilómetros hasta Almoróx. No me resigno y, en un cruce tomo un atajo para ver si corrijo mi error. Camino más de un quilómetro y me veo encerrado entre terrenos de cotos vallados que impiden el paso a la dehesa. Por la dehesa nunca se puede caminar. Me rindo y vuelvo a la carretera. Consigo apartarme del asfalto por un camino adyacente, pero acabo emboscado y ahora lo que no puedo es volver a la carretera. Tardo más de dos horas en llegar a Almoróx y me faltan aún veinte quilómetros.

Estoy en Almorox, en un bar, escribiendo, tomando unas notas para obligarme a la calma. Almoróx es un hito del recuerdo en este viaje, porque aquí vine a los campamentos de la OJE a los doce años. Antes estuvo mi hermano. Los pinos piñoneros, los pinares y los cristales de cuarzo también son una imagen y una sensación que tengo de este lugar. La torre de la iglesia, que al paso del autobús parece pobre, es una magnifica iglesia renacentista, con portada plateresca. El rollo de la plaza, también plateresco, es muy bonito.

Salgo de Almoróx con el alma en vilo porque hay mucha distancia hasta San Martín de Valdeiglesias y me temo que, sin señales y por una naturaleza complicada, puede pasar cualquier cosa. Todo va bien al principio, si no pienso en la grava suelta de los caminos, paso por un bosque recientemente calcinado, un puente romano y un tramo de calzada romana, que actúan como una máquina del tiempo nada más pisarla.



El paisaje promete al adentrarse en el pinar y, cuando estoy en un cruce sin saber por dónde ir, llega el caminante francés, llamémosle Michel, señalando el de la izquierda. Caminamos juntos, sin hablar. La verdad es que me parece un poco autista este tipo. Él lleva una guía mejor que la mía, aunque tampoco consigue orientarnos por tantos cruces sin señales. Decidimos el camino por intuición o indicios. Incluso buscamos huellas de otros caminantes. El tiene mejor guía, pero yo más intuición y nos vamos complementando. Parece que, sin decir nada, hemos decidido que es mejor perdernos juntos. Sabemos que vamos mal pero que llegaremos al camino bueno, aunque no sabemos en qué punto, y recuperaremos la orientación. Así sucede.

Cada uno va a una velocidad y nos adelantamos, ahora tu ahora yo, pero no nos perdemos de vista, Cuando cruzamos la N-403 yo me siento a descansar y le pido que siga. Me pregunta si voy bien, porque ha visto que cojeo, le digo que sí y sigue. Me calzo con sandalias y calcetines y es un alivio para mis pies recocidos.

… y perdido

El camino ha sido precioso por el pinar, que poco a poco es sustituido por el bosque de carrasca, encinas y dehesas valladas. La encina es mi árbol favorito. No se puede pedir más; bueno, sí: que no me dolieran tanto los pies. El tiempo buenísimo, todo bien hasta que en un cruce mal explicado en mi guía y sin ninguna señal, me pierdo. Sin darme cuenta camino y camino horas (durante unos metros por una calzada empedrada de cuarzo). Ya debían haber ocurrido cosas, tenía que haber visto cruces, vallas, casas que mi guía indica y, cuando estoy al borde del colapso, cuando no queda otro remedio que seguir, a ver si encuentro algún lugar habitado, aparece un forestal en un todo terreno que me indica que realmente voy camino de Pelayos de la Presa. Me lleva en su coche y compruebo que aún me quedaban horas; tantas que no hubiera llegado hoy. Desde allí cojo un autobús a San Martín de Valdeiglesias. La que pudo ser la jornada más bonita del viaje me ha resultado agotadora. No estoy cansado, la palabra sería exhausto: las emociones y el miedo también cuentan.

Llego al Hostal de Pilar que ayer me dijeron por teléfono que “sin problemas” y me dicen que no hay habitación. Maldigo por el Chápiro Verde y me dan una habitación como por caridad. Entonces el que me atiende se mosquea con el que me cogió el teléfono ayer, su suegro. Intento mediar e interviene la suegra, mal encarada. Tanta zafiedad junta hace que me haga a un lado y me vaya a tomar una cerveza. Les doy los veinte euros que me piden y paso de tantas tonterías.

No me acerco al castillo del siglo XV de Don Álvaro de Luna, ni la iglesia de Juan de Herrera. Apenas tengo fuerza ni ganas de pasear. Únicamente ir a una farmacia para comprar tiritas para ver si protejo mis pies. Algo no está yendo bien en este viaje, no tomo buenas decisiones; cualquier casa rural hubiera sido mejor que este alojamiento cutre.

Preparando el viaje de mañana leo que por aquí pasa la ruta “Del cortejo fúnebre de Isabel I”, desde Medina del Campo a Granada, pasando por Toledo. Yo la seguiré hasta Medina del Campo en dirección contraria. No sé lo que supone la existencia de esa ruta.

3ª jornada. 6 de junio de 2019. Jueves. 30 quilómetros o más. Si fuera por el camino del Sureste iría desde Escalona a Cadalso de los Vidrios.

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