1977 Candidatura elecciones generales |
Para todos los que os negáis la desesperanza y hurgáis en los
resquicios de la libertad por si hay algo ahí que quede por saber.
No soy un turista ¿O
sí?
Que si sí que si no, que si paso por los Toros de Guisando o
no paso. Los he visto algunas veces, hace mucho, pero no estoy para alegrías y
no voy a hacer turismo. Esto es algo que tendré que pensar en otros viajes: turismo
sí o no y cuanto.
Puente y calzada romana de Valsordo |
Cuatro grados a las siete de la mañana. Salgo de la
provincia de Madrid y entro en la de Ávila: orgía de señales y camino cuidado. Intuía
este cambio porque en los albergues había visto propaganda del camino de
Santiago a su paso por Ávila. Con Cebreros a la vista, a las diez de la mañana,
estoy sentado frente a dos puentes sobre el Alberche (el de la Yusta y el de
Valsordo. Uno de ellos, romano con tres ojos). Me siento y escribo para hacer
tiempo, para no llegar demasiado pronto. El camino ha sido precioso: una senda
por prados, entre árboles y rocas de granito. Con la tranquilidad del camino
bien señalado. Se une a mi paso un perrazo enorme y me sigue al lado lamiéndome
la mano de vez en cuando. No sé si porque es cariñoso o para recordarme que al
lado tiene los dientes. Un par de quilómetros y, como vino, se va.
El dolor lo cambia
todo
No estoy tomando buenas decisiones, por ejemplo, hoy debería
haberme quedado dos horas más en la cama. He dormido mal. Hoy descansaré todo
lo que pueda porque mañana es un día larguísimo y con mucha pendiente.
Algunas ideas y sensaciones recurrentes:
-
No acabo de adaptarme al camino. Voy a trancas y
barrancas, sin descansos, sin sintonía con el tiempo, el camino ni los lugares.
-
El dolor lo cambia todo. A mí me duelen los pies
y no me da tiempo a pensar en mucho más mientras camino.
-
Estoy viejo. Aunque esto ya lo sabía cuando salí.
-
Desde Almoróx es maravilloso el paisaje. Es la
montaña de mi infancia: pinos y rocas de granito. De niño pensaba que toda la
montaña era así.
-
¿Qué fue del vino de Cebreros, que en los años
cincuenta era espeso como sopa y áspero como lija?
Michel está en la plaza. Le comento la etapa de mañana: 38
quilómetros con tremendos desniveles. Y él me dice con naturalidad que partirá
el camino, que hará una parada en San Bartolomé de Pinares. Lo pienso y me
enfado por no haberlo pensado yo. Esto es lo que quiero decir: Estoy espeso, no
tomo buenas decisiones, me dejo llevar por lo que dice mi guía sin ningún
criterio.
¿Qué pasará con mis pies? Uñas negras, pieles levantadas,
ampollas reventadas. Nunca me había pasado nada de esto.
La Transición, el vino y las patatas revolconas
Visito el Museo de Adolfo Suarez que es un relato light sobre el desarrollismo de los sesenta, el final del franquismo y la transición. Una exposición sobre mí mismo y a pesar de eso no me reconozco en el relato de las glorias de la realeza, de la nueva élite política y de lo contentos que estábamos de habernos conocido. Recuerdo euforia y mucha desilusión, porque en lo que conseguíamos no reconocía nada de lo que pedíamos a la democracia: pueblo y educación. Aún así nos negábamos la desesperanza y escarbábamos en los resquicios de la libertad individual por si había algo ahí que no sabíamos lo que era.
En Cebreros, el pueblo donde nació Adolfo Suarez, la transición es un negocio, un reclamo turístico que marida bien con las patatas revolconas: La mejor síntesis del rumbo que tomaba la transición, que no era política sino económica y moral.
Extrema derecha y encaje de bolillos |
Me hospedo en el hostal Draco’s. Mia tu si la chorra. ¡Ah! Y
el vino de Cebreros es ahora un vino bueno, codiciado y, en algunos casos,
caro.
4ª jornada. 7 de junio
de 2019,viernes. 18 quilómetros. Si fuera por el Camino del Sureste iría de
Cadalso de los Vidrios a Cebreros.
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